lunes, 20 de julio de 2009

Desechos sociales


          No sé de qué me extraño. Ocupamos el barrio del olvido desde hace ya un rato. Acudimos de tanto en tanto al barrio del miedo, nuestro barrio de siempre, aquél en el que crecimos, en el que fuera levantado no hace mucho por políticos, profesores y madres que sólo lo hacían por nuestro bien.
          Pero nuestro vecindario de ahora..."mola mucho más". Aquí mandan las marcas, que tienen más dinero y muchos menos escrúpulos. Y es que, la gran alternativa al miedo es el olvido. El nuevo juego/negocio se llama hacer olvidar. El pasado, los problemas, o al vecino, eso da igual. El caso es borrar la memoria, sustituirla cada dos por tres, convertirla en material fungible y convertir nuestro álbum de recuerdos más personal en cuaderno con piel de gallina en un triste bloc de "post-it notes".
          Lo sé porque durante un tiempo yo también he sido mercenaria de la amnesia; lo sé porque de un tiempo a esta parte lo vengo corroborando. La gente que más rápido olvida es gente de voto fácil, boca abierta y billetera feliz. Es la base de todo consumo. Sustituir viejos recuerdos por nuevas expectativas, dedicar cada vez menos tiempo al debe y más al haber. 
          La melancolía, simiente de toda genialidad y romanticismo que antaño tantas buenas tardes nos diera, ha quedado relegada a su papel más injusto de toda la historia, venida a manos como algo triste, absurdo y rematadamente inútil.
          Nadie me avisó de que ,a partir de ahora, avanzar exigiría necesariamente quemarlo todo por donde venimos pisando. Ahí está el nulo y triste papel que juegan nuestros ancianos en esta deprorable sociedad, que empieza a convertirlos en ancianos antes de que lleguen a serlo y empiezan a envejecer cada vez más pronto.
          No sé de qué me extraño, ocupamos el barrio del olvido...
     

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